Es tan sencillo entender que el Reino de Dios venga a la tierra y que nosotros, la expresión viviente de ese gobierno, pueda poner la imágen de Dios en cada ser humano, no sólo invitándolo a participar de la más gloriosa de las bendiciones: el ser su hijo, sino simplemente devolviéndole la humanidad, la dignidad, la honra y el respeto. Muchas veces sólo perseguimos la expansión de nuestras congregaciones y olvidamos que heredamos la bendición de Abraham, el que en nosotros serían benditos todos los seres de la tierra. El saludar, el pedir por favor, el devolver un mal trato con una sonrisa y buenas palabras, el recoger al caído, el socorrer al necesitado, el dar limosnas, sin lugar a dudas que son parte del anuncio de este glorioso reino del cual somos herederos; así, no será extraño escuchar en ese bendito día: "ven bendito de mi padre, porque me viste hambriento y me alimentaste, me viste desnudo y me vestiste..." Un Abrazo en Cristo, Rubén Rodríguez R.
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