El pecado sexual es uno de los más denigrantes y, a la
vez, comunes en nuestra sociedad. En varios pasajes bíblicos que contienen
listas de pecados la impureza sexual aparece en primer lugar (Romanos 1:26-32;
Gálatas 5:19-21; Colosenses 3:5-10).
Corno discípulos de
Jesucristo, hemos renunciado a nuestra vieja manera de vivir. Dios ha perdonado
nuestros pecados del pasado y ahora tenemos una vida nueva; por lo tanto,
debemos mostrar conceptos claros, convicciones firmes y vidas limpias en esta
importante área. Para ello necesitamos estar bien fundamentados en la palabra
de Dios.
DIOS ES EL CREADOR
DEL SEXO
Dios creó a los seres humanos: «hombre y hembra los creó»
(Génesis 1:27). Por lo tanto, el sexo es una creación de Dios. Siendo Dios su
creador, el sexo (y por ende la relación sexual) es puro y santo dentro del
marco de su sublime propósito original. Según el relato bíblico, la mujer fue
hecha de una parte física del hombre. Hay, pues, desde el principio una
afinidad natural entre los sexos. Dios estableció entre los dos una atracción
mutua. Esto es normal y constituye una ley natural de toda la raza.
Evidentemente, esta atracción sexual fue establecida por Dios tanto para la
procreación como para la felicidad del ser humano.
Dado que se trata de una atracción dinámica y poderosa,
Dios mismo ha fijado los parámetros y límites precisos para su desarrollo, los
que debemos respetar sin cuestionar a fin de evitar abusos y consecuencias muy
tristes y lamentables.
LAS RELACIONES
SEXUALES ESTÁN RESERVADAS PARA EL MATRIMONIO
Al instituir el primer matrimonio, Dios estableció la ley
fundamental y universal de la moral sexual:
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une
a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. Génesis 2:24
Esta misma ley fue reiterada por Cristo (Marcos 10:6-9) y
por el apóstol Pablo (Efesios 5:31). La expresión «se funden en un solo ser» se
refiere esencialmente a la unión sexual. Según esta palabra de Dios (y otros
textos que citamos a continuación), podemos afirmar lo siguiente:
1. Las
relaciones sexuales están reservadas únicamente para el matrimonio.
2. Dentro del
matrimonio la relación sexual es pura, santa, normal, placentera y legítima
(véanse 1 Corintios 7:2-5; Proverbios5:15- 23). Debe ser purificada de pasiones
desordenadas, actitudes abusivas, egoístas y perversas (véase 1 Tesalonicenses
4:2-5).
3. Dios
determinó que el matrimonio sea monógamo (entre un hombre y una mujer). «Los
dos llegarán a ser un solo cuerpo» (Mateo 19:5-6).
4. Queda
excluida toda relación sexual de un hombre soltero con una mujer soltera (véase
1 Corintios 6:15-18). La voluntad de Dios es que el hombre y la mujer lleguen
vírgenes al matrimonio. Dios prohíbe la fornicación.
5. Si una
persona casada tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio, comete adulterio,
lo cual está totalmente prohibido (véase Hebreos 13:4).
6. La unión
matrimonial constituye un vínculo sagrado e indisoluble mientras los dos
cónyuges vivan ya que Dios ha declarado que «se funden en un solo
ser». (véanse Marcos 10:7-9; 1 Corintios 7:39).
7. Todo
contacto sexual entre personas del mismo sexo es perversión y abominación ante
Dios (homosexualidad: véanse Levítico 18:22; Romanos 1:27; 1 Corintios 6:9; o
lesbianismo: véase Romanos 1:26).
10. El hombre
y la mujer tienen solo dos estados posibles: soltero (o viudo) o casado.
11. El
noviazgo no es un estado civil intermedio con licencias sexuales
intermedias, pues aún no son una sola carne. Toda unión o
provocación sexual prematrimonial queda excluida (ya sean amigos, novios o
comprometidos).
12. La
masturbación queda excluida, pues es una autoexcitación basada en el egoísmo y
la morbosidad y no cumple con el propósito puro que Dios ha dado al sexo que es
la comunicación del amor matrimonial (véase 1 Corintios 7:4).
13. Cristo
censuró los deseos impuros, las pasiones desordenadas, las miradas e intenciones
codiciosas o sugestivas (véase Mateo 5:27-28).
14. Toda
relación sexual fuera del matrimonio está prohibida y será juzgada por Dios
(véanse Gálatas 5:19; Efesios 5:3,5; Colosenses 3:5; Apocalipsis 21:8,27).
EL CUERPO FÍSICO
ES PARA SERVIR A DIOS
El cuerpo no es
para la inmoralidad sexual sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Con
su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros. ¿No saben
que sus cuerpos son miembros de Cristo mismo? ¿Tomaré acaso los miembros de
Cristo para unirlos con una prostituta? ¡Jamás! ¿No saben que el que se une a
una prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues la Escritura dice: «Los
dos llegarán a ser un solo cuerpo. » Pero el que se une al Señor se hace uno
con él en espíritu. Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que
una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades
sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo
del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de
Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por
tanto, honren con su cuerpo a Dios.
1 Corintios
6:13-20
Consideremos lo que dice el apóstol Pablo en este pasaje
acerca del cuerpo humano:
Nuestro cuerpo es:
• para el Señor (vv. 13,20)
• miembro de Cristo (v. 15)
• templo del Espíritu Santo (v. 19)
Además, aquí Pablo da dos mandatos muy claros en relación
con el cuerpo: Huyan de la inmoralidad sexual (v. 18). Esto implica alejarse definitivamente del acto, de la ocasión, del
pensamiento y de la intención, de los lugares de tentación, de las amistades o
elementos que promueven la imaginación o que alientan a ceder frente a la
tentación como, por ejemplo, revistas, películas o libros pornográficos o
sugestivos, algunos programas de TV, vestimentas sugestivas, y cuentos o bromas
obscenos.
Honren a Dios con su cuerpo, que pertenece a Dios (v.
20). Este es el aspecto positivo e implica la necesidad de subordinar el cuerpo
(y el espíritu) al sublime propósito de Dios. El cuerpo es el «vehículo» del
espíritu y el único medio que tenemos para expresar lo que Dios está haciendo
en nosotros. Afinemos este instrumento (el cuerpo) según los intereses divinos,
a fin de tener nuestras facultades en la mejor condición para responder a su
propósito.
LA IGLESIA DEBE
MANTENERSE PURA
Su misma vocación requiere a la iglesia que eduque y,
cuando fuere necesario, discipline a los miembros que incurran en estos pecados
(véase 1 Corintios, cap. 5).
Debemos ser realistas y sabios al evaluar la situación y
la necesidad de los hermanos de la congregación. Hace falta discernimiento y
orientación específica, especialmente donde hay pecados y malos hábitos en esta
área. La impureza sexual corrompe al ser humano más rápido que otros pecados. Será
por eso que Jesús y los apóstoles dieron instrucciones y advertencias muy
claras al respecto.
Recordemos que cuando uno confiesa y abandona su pecado,
la sangre de Cristo lo limpia de todo mal y el Espíritu Santo lo capacita para
vivir en victoria y santidad ( l Corintios 6:9-11; 2 Corintios 2:5-11;
1 Juan 1:9; Proverbios 28:13). No es necesario ser
esclavo del pecado.
CÓMO ASEGURAR LA
PUREZA SEXUAL
Las siguientes normas son sencillas pero eficaces para
ayudarnos a vivir en santidad y con una conciencia limpia:
• Tener presente que el cuerpo es para el Señor; es
sagrado (véase 1Corintios 6:13). Vestirlo adecuadamente, que no lleve a la
tentación o al pecado. Escotes
pronunciados, faldas muy cortas, pantalones ajustados al extremo.
• Cuidar los sentidos: no contemplar escenas u objetos
que exciten sexualmente, no escuchar o pronunciar palabras sugestivas o de
doble sentido, especialmente cuentos o chistes obscenos.
• Cuidar los gestos. Aprender a mirar con santidad, sin
coquetería.
• No alimentar los deseos carnales. Cuidar los
pensamientos y trabajar las actitudes. En los jóvenes especial mente el trabajo
manual duro y los deportes hasta el cansancio son buenos para mantener sujeto
al cuerpo. Un cuerpo activo y una mente ocupada dignamente son factores muy
positivos en la lucha contra la inmundicia.
• Orar, ejercer fe en el Señor, ayunar, vivir en el
Espíritu, confiar en Dios para ser guardados de toda impureza.
• Exhortarnos mutuamente a la santificación del cuerpo,
alma y espíritu. No hacer bromas de doble sentido al sexo opuesto. Tocarnos con pureza, no buscar ocasiones
peligrosas (no exponerse a zonas de riesgo)
¡Seamos un pueblo que se caracteriza por la pureza
sexual!