Ya vienen las famosas elecciones de nuevo-de hecho ya conocemos a todos los candidatos-, así que a preparar el ánimo para la invasión de promesas, sueños, quimeras y utopías que nos ofrecerán los "señores políticos", como decía un tristemente célebre militar chileno, y para que decir de las incoherencias, descalificaciones, chantajes y acusaciones que se harán, como fuego cruzado, los candidatos al poder. Y se añadirán a sus ya abultados dossier recién descubiertas antiguas y añejas faltas, muy necesarias para ser usadas por los que resulten adversarios (escribo la palabra adversario en forma eufemística, todos saben que son enemigos) de la elección en cuestión. El problema de toda esta chimuchina es que cada persona que aspira a un cargo lo hace porque anhela el poder, por esa razón es que oímos por doquier frases como "fulanito al poder", "cuando yo esté en el poder", "yo cambiaré esto y lo otro", etc. Y todo esto que lo hemos visto y lo seguiremos viendo mientras el mundo no encuentre su centro de equilibrio no es sino una muestra muy gráfica de la caída del hombre y la corrupción que comienza a partir de ese caída. Desde el desastre del huerto del Edén el hombre vive con los valores trastocados, propio de un sistema donde Satanás es el señor, el rey de este mundo, el príncipe de este siglo, como lo llamó Jesús. ¿Y cómo debería ser en un sistema ideal, con los valores y principios del reino de Dios? Obviamente, la motivación correcta de toda persona que anhela estar en un lugar de privilegio para trabajar y llevar adelante obras, debería inspirarse en el servicio a los demás. Jesús lo deja muy claro cuando, en ocasión en que la madre de los hijos del trueno, Juan y Jacobo, le pide al Señor que cuando esté en su reino ponga a sus hijos al lado de él, uno a su derecha y el otro a la izquierda, a lo cual Jesús le responde que no sabe lo que está pidiendo porque está teniendo la misma motivación espúrea de los que gobiernan en el mundo, pero que en su gobierno el mayor servirá al menor. O sea, el mayor es el que sirve; entonces crecemos, maduramos, tenemos influencia para servir a los que aún no la tienen. Por ejemplo, en la familia los padres sirven a los hijos y de esta manera tienen la obligación de proveerles un sinfín de servicios a fin de llevarlos a la madurez, para que, a su vez, ellos también puedan servir a los que serán sus hijos. El mayor sirve al menor. En el colegio el profesor sirve a los alumnos, pues tiene el deber de enseñarles, educarles y proveerles de las herramientas técnicas para que puedan trabajar algún día. Del mismo modo, la persona que sea cabeza de una comuna, llámese alcalde, intendente, gobernador (en EEUU el alcalde es el Major), debe ser el mayor servidor y, por ende, escuchar las sugerencias, los consejos, de aquellos a quienes sirve.
Mientras los "candidatos" sigan pensando que los electores son parte de su patrimonio, seguirán sintiéndose seres omnímodos, con el poder de hasta abandonar a sus electores y, por supuesto, dejar de servir a los intereses de éstos, a fin de servir a los suyos propios.
Así que, ¡a prepararse para la invasión que se avecina! Y en esta zona desértica aparecerán los profesionales de la política, con oficinas en la Capital, para decirnos que siempre se sintieron nortinos y que, incluso una vez vinieron a San Pedro de turistas, todo lo cual les da el derecho inalienable de contar con nuestros votos para sentarse a bostezar (o mirar piluchas en su notebook) en un cómodo sillón de congresista. O, derechamente, a gobernar desde la Moneda.
Les abraza este humilde pastor Rubén que nadie lo propone para nada.